viernes, 28 de septiembre de 2012

LOS TRES MONOS



  Tras la vidriera de una veterinaria había tres monos sentados. Podían jugar como les diera la gana, y cuando se cansaban, se sentaban a mirar a la gente. Pero la gente no se portaba muy bien.
  Las tres chismosas del pueblo charlaban a coro en la esquina, y los monos oyeron las cosas que decían. Las tres mujeres, una llena de joyas, la otra llena de verrugas y la otra con pelo postizo, hablaron  y hablaron durante horas sobre todas las cosas del pueblo y de los vecinos.
  ¡Eran tan chismosas! Si lo que ellas decían hubiera sido verdad, no habría existido una sola persona decente en el pueblo; salvo las tres señoras, por supuesto.
   Las mujeres estaban seguras de que sabían todo y no dejaban de hablar y contar chismes sobre todo. El intendente ya se había quejado de ellas, y también el cura, pero las señoras no hacían caso a nadie.
  Entonces los monos hicieron algo muy extraño. Se sentaron uno junto al otro, detrás del vidrio, en hilera. El primero de ellos se tapó la boca con las manos; el segundo se puso las manos delante de los ojos; y el tercero se cubrió las orejas. Y así se quedaron sentados, muy quietos. Resultaba muy raro ver a aquellos tres monos silenciosos, y la gente se acercó a mirarlos. Pero nadie podía entender lo que hacían. Hasta que pasó un escultor que comprendió enseguida el significado.
  “·¿No lo ven, queridos amigos? Fíjense en aquellas tres chismosas allá, y luego piensen un poco. Esos monos nos están dando una sabia lección. ¡No hablar mal, no ver sólo el mal, no oír mal! Ahora mismo me pondré a hacer una estatua con ellos así, y la haré conocer en todo el mundo”.


Moraleja: No hay que hablar de los demás, no hay ver sólo lo malo, no hay que repetir lo que se escucha.



                                                                                                                 Ignacio Vignolo - 2º "A"

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