viernes, 28 de septiembre de 2012

EL PÍCARO ASNO



  Cierta mañana, un asno salió a buscar una herrería. Resulta que, de tanto andar por ahí, el burrito tenía los cascos muy gastados y necesitaba herraduras nuevas. Además pensaba realizar un viaje muy largo, y no quería lastimarse las patas con las piedras de los caminos. Necesitaba herraduras nuevas, sí o sí.
  Al trotecito lento iba el asno por las calles de aquel pueblo buscando un herrador, y no lo encontraba.
-          Señor- le preguntó a un vecino-, ¿Hay alguna herrería por aquí?
-          Creo que hay una por allá- respondió el señor, señalando al sur, el borrico le hizo caso.
  Sin embargo, después de andar largo rato, no halló nada.
  -¿Han visto una herrería por aquí?- preguntó esta vez a un grupo de niños que jugaban a la pelota.
  - Es para allá- respondieron los párvulos, señalando hacia el norte.
  ¡Pobre asno! Él necesitaba con una urgencia unas herraduras nuevas, y nadie se ponía de acuerdo para ayudarlo a encontrar un herrador.
  Ya estaba muy cansado de buscar y, como si no tuviera suficientes preocupaciones, el asno pisó un clavo escondido entre un montón de hojas secas.
  -¡Esto sí es tener mala pata!- rebuznó, con el clavo incrustado justo en el casco que tenía mal gastado.
  -¡Cómo duele! – se lamentaba, sosteniendo la pata lastimada en el aire. Le dolía tanto que no podía apoyarla en el suelo, y mucho menos seguir caminando. Tanto escándalo hizo el asno con sus lamentos que, muy pronto, un lobo feroz escuchó el alboroto y se acercó a ver qué pasaba.
  -¿Qué agradable sorpresa!- dijo la fiera al encontrar una presa tan indefensa.
  El asno comprendió que se vida corría grave peligro así que, aunque le dolía muchísimo la pata, trató de huir lo más rápido posible. Salió al trote, como pudo, pero cojeaba tanto y andaba tan despacio que al lobo le dio un ataque de risa.
  -¿Ja, ja! ¡A ese ritmo, te atraparé en un abrir y cerrar de ojos! –se burló el lobo carnicero, y salió tras los pasos del borrico herido.
  -¡Qué suculento banquete tendré para la cena! –siguió diciendo el predador y, mientras se acercaba al asno, se le hacía agua la boca.
  - ¡Un momento!- dijo el asno, y detuvo su marcha jugándose el pellejo.
  -¿Ya te rendiste? –preguntó el lobo.
  - No –respondió el borrico.
  - Tengo una propuesta. ¿Qué te parece si, en lugar de comerme y sanseacabó, me demuestras tus cualidades de cirujano y me quitas este clavo de la pata?
  -¿Y por qué supones que voy a hacer semejante cosa? –preguntó el perseguidor, mitad sorprendido y mitad ansioso.
-Bueno –dijo el asno-, porque imagino que esos dientes tan agudos que tienes deben hacer cosas increíbles,  ¿no es cierto?
  -¡Seguramente! –respondió el lobo con orgullo -. ¿Qué duda te cabe?
  - Y…- dijo el asno-, me pregunto si esos dientes tan fuertes que tiene servirán también para realizar la tarea tan delicada y difícil como la que yo necesito.
  Al escuchar semejante provocación, el lobo, que era muy vanidoso, se puso nervioso y de mal humor.
  -¡Por supuesto que mis dientes agudos y fuertes sirven para realizar esa tarea y otras mucho más complicadas!
  -¿De veras? –insistió el asno, seguro de que el lobo se enojaría más todavía.
  -¡Claro que sí! –respondió el lobo furioso y, de un solo tarascón, le quitó el clavo de la pata al asno accidentado.
  -¡Gracias! –exclamó el burro. ¡Todo salió tal como lo había planeado!
  El arrogante “Doctor lobo” se quedó mirándolo, sorprendido, y el pícaro borrico le aplicó semejante patada, que lo hizo volar por el aire. Varios días después, el lobo todavía seguía dolorido.


Moraleja: Quien no es capaz de respetar a los demás, jamás logrará vivir ni en armonía ni en paz. Es mejor no andar a las patadas ¿no?

Emmanuel Abdo - 2º "C"


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