viernes, 28 de septiembre de 2012

EL GATO Y EL RATÓN



  Cuatro animales salvajes y de espíritu malvado vivían en el tronco de un pino, en el bosque. El gato, con sus garras afiladas; la lechuza de mirada penetrante; el ratón roedor con sus grandes dientes y la comadreja. Vivían allí, haciendo desmanes en las plantaciones y chacras vecinas. Hasta que una noche, cansado de estas maldades, colocó una red alrededor del árbol para terminar con los depredadores.
  Temprano en la madrugada, el gato fue el primero en despertar y con ganas de de desayunar, fue en busca de su presa. ¡Qué rico conejo cazará! Tenía tanta hambre que también podría haberse comido hasta un avestruz.
  Estaba todavía bastante oscuro y, metido en sus pensamientos, no advirtió la red y cayó en ella. Gritó desesperado pidiendo auxilio. El primero en llegar fue el ratón, que al verlo en desgracia, atrapado sin poder perseguirlo, saltó de alegría y se burló, de nuestro gato, como nunca lo había hecho.
  El gato, indefenso, lo imploró que lo ayudara.
-          Por favor, querido ratón – le dijo-, de todos los vecinos del tronco, tú eres el que mejor me cae. Te suplico que me ayudes y desates  estos nudos de la red para liberarme y salvar mi vida.
-          ¿Y yo qué obtengo a cambio?- dijo el ratón entrecerrando los ojos.
-          - Bueno, te prometo mi amistad y mi protección. No creas que soy desagradecido. La lechuza y la comadreja tendrán que vérselas conmigo antes de tocar un solo pelo de tu cola.
-          -¡Qué más quisiera yo que fura cierto! Pero no puedo creerte, vecino, sería muy tonto si lo hiciera.
  Y así, se fue a su refugio. Cuando estaba por entrar a su agujero, se topó con la comadreja que, amenazante, le impidió el paso. El ratoncito trepó rápido al tronco para escapar del peligro y se encontró con la lechuza, que abrió su pico ganchudo y sus alas en señal de guerra. ¡El peligro lo acechaba por todas partes!
  ¡Qué remedio! Bajó hasta donde estaba atrapado el gato y con sus dientecitos afilados cortó la cuerda. En ese momento, llegó el hombre para ver si había dado resultado su trampa. Los dos animales escaparon rápido.
  Tiempo después de no acercarse al viejo pino por temor a ser atrapados, el gato y el ratón se vieron.
  -¡Eh, amigo! – le gritó desde lejos-. Acércate a darme un abrazo. Pero el ratón, desconfiado, miró para otro lado.
  - Me ofende tu desconfianza –le dijo el gato - .¿Crees que he olvidado que te debo la vida?
  -¿Y tú crees que yo he olvidado tu naturaleza?- le respondió el ratón-. ¿Hay alguna ley que obligue a los gatos a ser agradecidos y no tentarse con un bocado?


Moraleja: no es conveniente confiar en una alianza impuesta por la necesidad.


                                                                                                                  Andrés  Corvalán - 2º "A"


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