viernes, 28 de septiembre de 2012

EL ZORRO Y LA CIGÜEÑA



   El viento murmuraba suavemente entre las hojas y mecía las margaritas que punteaban el claro del bosque. El día era hermoso.
  El zorro y la cigüeña, sentados sobre la fresca hierba, almorzaban. El zorro, que era el dueño de casa, engullía afanosamente la sopa de unos de los platos en que la había servido. Pero el solemne pájaro que era su invitado estaba sentado cortésmente ante su plato, observando en silencio. Al parecer, no tenía hambre. De vez en cuando, sumergía su largo pico puntiagudo en el palto, pero apenas lograba atrapar unas gotas.
  Cuando el zorro, con su larga lengua flexible, hubo lamido ambos platos de sopa hasta no deja nada de ellos, se relamió y dijo:
  -¡Qué buena cena!
  E hizo chasquear sus labios ruidosamente.
  ¡Muy buena cena! –repitió-. Lamento que hayas comido más.
  La cigüeña no hizo comentario alguno. Sólo sugirió que el zorro le hiciera el honor de acudir a cenar con ella al día siguiente.
  El zorro aceptó de buena gana y a la hora convenida, llegó trotando al claro del bosque donde habían cenado la víspera.
  Pero..¡cuál no sería su consternación al encontrar, sobre la mesa de la cigüeña, una cena de deliciosas canes picudas, servidas en jarros altos y angostos! Con su largo pico, la cigüeña podía penetrar en lo más profundo de los jarros, y comía ávidamente, mientras el zorro, a quien se le hacía la boca agua, miraba desaparecer un bocado tras otro. Lo único que pudo obtener fue lo poco que había goteado por los bordes de las jarras.
  Por fin, cuando hubo renunciado a toda esperanza, se alejó gruñendo, mientras la cigüeña batía las alas con aire de triunfo.

Moraleja: Nunca hagas algo a lo demás que no te gusta que te hagan a vos.


Abril Álvarez - 2º "C"

EL PÍCARO ASNO



  Cierta mañana, un asno salió a buscar una herrería. Resulta que, de tanto andar por ahí, el burrito tenía los cascos muy gastados y necesitaba herraduras nuevas. Además pensaba realizar un viaje muy largo, y no quería lastimarse las patas con las piedras de los caminos. Necesitaba herraduras nuevas, sí o sí.
  Al trotecito lento iba el asno por las calles de aquel pueblo buscando un herrador, y no lo encontraba.
-          Señor- le preguntó a un vecino-, ¿Hay alguna herrería por aquí?
-          Creo que hay una por allá- respondió el señor, señalando al sur, el borrico le hizo caso.
  Sin embargo, después de andar largo rato, no halló nada.
  -¿Han visto una herrería por aquí?- preguntó esta vez a un grupo de niños que jugaban a la pelota.
  - Es para allá- respondieron los párvulos, señalando hacia el norte.
  ¡Pobre asno! Él necesitaba con una urgencia unas herraduras nuevas, y nadie se ponía de acuerdo para ayudarlo a encontrar un herrador.
  Ya estaba muy cansado de buscar y, como si no tuviera suficientes preocupaciones, el asno pisó un clavo escondido entre un montón de hojas secas.
  -¡Esto sí es tener mala pata!- rebuznó, con el clavo incrustado justo en el casco que tenía mal gastado.
  -¡Cómo duele! – se lamentaba, sosteniendo la pata lastimada en el aire. Le dolía tanto que no podía apoyarla en el suelo, y mucho menos seguir caminando. Tanto escándalo hizo el asno con sus lamentos que, muy pronto, un lobo feroz escuchó el alboroto y se acercó a ver qué pasaba.
  -¿Qué agradable sorpresa!- dijo la fiera al encontrar una presa tan indefensa.
  El asno comprendió que se vida corría grave peligro así que, aunque le dolía muchísimo la pata, trató de huir lo más rápido posible. Salió al trote, como pudo, pero cojeaba tanto y andaba tan despacio que al lobo le dio un ataque de risa.
  -¿Ja, ja! ¡A ese ritmo, te atraparé en un abrir y cerrar de ojos! –se burló el lobo carnicero, y salió tras los pasos del borrico herido.
  -¡Qué suculento banquete tendré para la cena! –siguió diciendo el predador y, mientras se acercaba al asno, se le hacía agua la boca.
  - ¡Un momento!- dijo el asno, y detuvo su marcha jugándose el pellejo.
  -¿Ya te rendiste? –preguntó el lobo.
  - No –respondió el borrico.
  - Tengo una propuesta. ¿Qué te parece si, en lugar de comerme y sanseacabó, me demuestras tus cualidades de cirujano y me quitas este clavo de la pata?
  -¿Y por qué supones que voy a hacer semejante cosa? –preguntó el perseguidor, mitad sorprendido y mitad ansioso.
-Bueno –dijo el asno-, porque imagino que esos dientes tan agudos que tienes deben hacer cosas increíbles,  ¿no es cierto?
  -¡Seguramente! –respondió el lobo con orgullo -. ¿Qué duda te cabe?
  - Y…- dijo el asno-, me pregunto si esos dientes tan fuertes que tiene servirán también para realizar la tarea tan delicada y difícil como la que yo necesito.
  Al escuchar semejante provocación, el lobo, que era muy vanidoso, se puso nervioso y de mal humor.
  -¡Por supuesto que mis dientes agudos y fuertes sirven para realizar esa tarea y otras mucho más complicadas!
  -¿De veras? –insistió el asno, seguro de que el lobo se enojaría más todavía.
  -¡Claro que sí! –respondió el lobo furioso y, de un solo tarascón, le quitó el clavo de la pata al asno accidentado.
  -¡Gracias! –exclamó el burro. ¡Todo salió tal como lo había planeado!
  El arrogante “Doctor lobo” se quedó mirándolo, sorprendido, y el pícaro borrico le aplicó semejante patada, que lo hizo volar por el aire. Varios días después, el lobo todavía seguía dolorido.


Moraleja: Quien no es capaz de respetar a los demás, jamás logrará vivir ni en armonía ni en paz. Es mejor no andar a las patadas ¿no?

Emmanuel Abdo - 2º "C"


LA OVEJA NEGRA



  Hace mucho, muchísimo tiempo en el hermoso país de Habíaunavez, todos los habitantes llevaban traje blanco. Eran lindos trajes abrigados, de lana, que conseguían de los miles y miles de ovejas que poblaban los campos  del país de Habíaunavez.
  Nadie dejaba de ponerse nunca el hermoso traje de lana blanca.
  El viejo Bartolo era pastor y cuidaba a sus ovejas en las praderas. Cada día era para él igual al día anterior, tan tranquilo vivía.
  Hasta que un día, el viejo Bartolo se quedó sin poder creer lo que veían sus ojos. Se rascó la cabeza asombrado, se tiró de la barba mientras pensaba y luego guiñó los ojos y se los frotó para estar seguro de que era cierto lo que veía.
  Había nacido otra ovejita y aquella ovejita…¡era totalmente negra!
  “¡No lo creo!”, decía el viejo Bartolo, y se acercó moviendo la cabeza de un lado a otro.
  Las otras ovejas tampoco podían creerlo. Decidieron ignorarla y la dejaron completamente sola.
  Hasta el dueño del castillo vio a la ovejita y la encontró adorable. De inmediato se la llevó a la casa. Y cuando la ovejita negra creció, dio gran cantidad de vellones de lana negra. La señora del castillo tomó el vellón, lo hiló en su rueca y tejió una tela en su telar.
  Cuando el rey de Habíaunavez vio la tela negra, le pidió al sastre real que le hiciera un espléndido traje negro para usarlo en ocasiones muy especiales, sobre todo en las fiestas.
  En cuanto a la ovejita negra, ahora es una oveja muy importante y vive muy feliz en la corte de Su Majestad el Rey.

Moraleja: No hay que burlarse de las diferencias con los demás. Al contrario hay que aprender a valorarlas y acertarlas.


Pilar Cámpora -  2º "C"

EL ÁGUILA Y EL ESCARABAJO



   Una liebre era perseguida por un águila y, viéndose perdida. Le pidió ayuda al escarabajo, para que la salvara. El escarabajo le rogó al águila que no le hiciera daño. Pero ésta, al ver tan insignificante insecto, no le hizo caso y devoró a la liebre.
  El escarabajo juró vengarse, y desde ese día observó los lugares en donde el águila ponía sus huevos, y se los tiraba a la tierra. El águila, desesperada, recurrió al Dios Zeus pidiéndole un lugar seguro donde depositar sus huevos. Zeus le ofreció su regazo, para que sus pequeñuelos pudieran crecer.
  Viendo esto, el escarabajo hizo una bolita de barro y se la tiró a Zeus. Éste, distraído, se levantó para sacudirse la suciedad y tiró los huevos sin darse cuenta.
  Desde ese día, las águilas no ponen huevos en la época en que los escarabajos salen a volar.


Moraleja: Los seres, por más insignificantes que parezcan, no necesariamente son débiles y quizás, algún día, necesitemos de su ayuda.


Lucía Parodi -  2º "C"


LA CIGARRA Y LA HORMIGA



  La cigarra era feliz disfrutando del verano: El sol brillaba, las flores desprendían su aroma...y la cigarra cantaba y cantaba. Mientras tanto su amiga y vecina, una pequeña hormiga, pasaba el día entero trabajando, recogiendo alimentos.
  - ¡Amiga hormiga! ¿No te cansas de tanto trabajar? Descansa un rato conmigo mientras canto algo para ti. – Le decía la cigarra a la hormiga.
  - Mejor harías en recoger provisiones para el invierno y dejarte de tanta holgazanería – le respondía la hormiga, mientras transportaba el grano, atareada.
  La cigarra se reía y seguía cantando sin hacer caso a su amiga.
  Hasta que un día, al despertarse, sintió el frío intenso del invierno. Los árboles se habían quedado sin hojas y del cielo caían copos de nieve, mientras la cigarra vagaba por campo, helada y hambrienta. Vio a lo lejos la casa de su vecina la hormiga, y se acercó a pedirle ayuda.

  - Amiga hormiga, tengo frío y hambre, ¿no me darías algo de comer? Tú tienes mucha comida y una casa caliente, mientras que yo no tengo nada.
  La hormiga entreabrió la puerta de su casa y le dijo a la cigarra.
  - Dime amiga cigarra, ¿qué hacías tú mientras yo madrugaba para trabajar? ¿Qué hacías mientras yo cargaba con granos de trigo de acá para allá?
  - Cantaba y cantaba bajo el sol- contestó la cigarra.
  - ¿Eso hacías? Pues si cantabas en el verano, ahora baila durante el invierno-
  Y le cerró la puerta, dejando fuera a la cigarra, que había aprendido la lección.

Moraleja: Primero duro tendrás que trabajar si luego tranquilo quieres disfrutar.


Manuel Coll  - 2º "C"
Moraleja: Cada uno aprender a hacerse responsable de lo que hace.



Sofía Simonini – 2º "C"

 Moraleja: No dediques tu vida sólo a la diversión; trabaja y guarda para los momentos de escasez.



Mía Pereyra - 2º "C"

LA GALLINITA ROJA



Érase una vez una gallinita roja que encontró un grano de trigo.
-          ¿Quién quiere plantar este trigo? – preguntó
-          Yo no – dijo el perro.
-          Yo no – dijo el gato.
-          Yo no – dijo el cerdo.
-          Yo no – dijo el pavo.
-          Entonces lo voy hacer yo – dijo la gallinita roja-. ¡Coc, coc! Y plantó el grano de trigo.
Pronto, asomaron de la tierra las hojas verdes. Con el tiempo, el trigo creció hasta ser alto, fuerte y maduro.
-          ¿Quién va a cortar el trigo?- preguntó la gallinita roja.
Todos volvieron a decir que no.
-          Entonces lo voy hacer yo – dijo la gallinita roja. ¡Coc, coc! Y cortó el trigo.
-          ¿Quién puede trillar el trigo? – preguntó la gallinita roja.
-          Yo no- respondieron el perro, el gato, el cerdo y el pavo.
-          Entonces le voy a hacer yo – dijo la gallinita roja-. Y trilló el trigo.
-          ¿Quién va a llevar el trigo al molino para hacer la harina? –preguntó la gallina roja.
-          Yo no – dijo el perro.
-          Yo no – dijo el gato.
-          Yo no – dijo el cerdo.
-          Yo no – dijo el pavo.
-          Entonces lo voy a hacer yo- dijo la gallinita roja. Llevó el trigo al molino y más tarde regresó con la harina.
-          ¿Quién va a cocer la harina? –preguntó la gallinita roja.
Nuevamente, todos los animales contestaron que no.
-          Entonces lo voy a hacer yo –dijo la gallinita roja-. ¡Coc, coc! Y coció la harina para preparar un delicioso pan.
-          ¿Quién quiere comerse este pan? –preguntó la gallinita roja.
-          Yo – dijo el perro.
-          Yo – dijo el gato.
-          Yo – dijo el cerdo.
-          Yo – dijo el pavo.
-          No, me lo voy a comer yo –dijo la gallinita roja-. ¡Coc, coc! Y se comió el pan.

Moraleja: Para disfrutar de la recompensa hay que colaborar con el trabajo.



Juan Salvador Dimarco -  2º "C"

EL PASTOR MENTIROSO



  Había una vez un pastor muy bromista y mentiroso. Todos los días, cuando regresaba a su casa, después de haber llevado a pastar a su rebaño, entraba corriendo en el pueblo gritando:
-          ¡Viene el lobo! ¡Viene el lobo!
  Al oír los gritos, todos los habitantes se metían en sus casas muertos de miedo. Y allí encerrados se quedaban hasta que oían de nuevo al pastor.
-          ¡Ja, ja, ja! ¡No es verdad! ¡Sólo era una broma! ¡Tontos!
  Y todos los días los habitantes del pueblo miraban malhumorados al pastor que siempre se alejaba riéndose.
Todos los días… Hasta que … ¿Sabes qué pasó?
  Un día, como tantos otros, el pastor volvió corriendo al pueblo. Gritaba tanto o más que en otras ocasiones:
-          ¡Viene el lobo! ¡Viene el lobo!
  Pero esta vez corría más deprisa de lo normal y gritaba también más fuerte de lo normal… Sin embargo, los vecinos del pueblo no le hicieron caso, hartos ya de que el pastor les hubiera engañado tantas veces…
  Y ¿Sabes cómo terminó todo? ¡Claro! Esta vez sí que fue de verdad que venía el lobo. Y como nadie del pueblo le hizo caso, el pastor se quedó sin ovejas, pues el lobo se las comió




Moraleja: a los mentirosos nadie les cree, ni siquiera cuando dicen la verdad.


Angie Vodovosoff -  2º "C"


Mateo Macri  - 2º "C"

 Moraleja: ¡Cuántas veces resulta de un engaño contra el engañador el mayor daño!



Valentino Rosa y Lucca Boriotti  2º "C"


 Moraleja: Al mentir siempre al final nadie te va a creer.


Francisco Santero -  2º "C"

LA PALOMA Y LA HORMIGA



  Obligada por la sed, una hormiga bajó a un arroyo; arrastrada por la corriente, se encontró a punto de morir ahogada.
  Una paloma que se encontraba en una rama cercana observó la emergencia; desprendiendo del árbol una ramita, la arrojó a la corriente, montó encima a la hormiga y la salvó.
  La hormiga, muy agradecida, aseguró a su nueva amiga que si tenía ocasión le devolvería el favor, aunque siendo tan pequeña no sabía cómo podría serle útil a la paloma.
  Al poco tiempo, un cazador de pájaros se alistó para cazar a la paloma. La hormiga, que se encontraba cerca, al ver la emergencia lo picó en el talón haciéndole soltar su arma.
  El instante fue aprovechado por la paloma para levantar el vuelo, y así la hormiga pudo devolver el favor a su amiga.


Moraleja: Es bueno hacer favores sin mirar a quien.



                                                                                                                    Iara Vodovosoff -  2º "C"



Moraleja: Hay que ser agradecido y ayudar a los demás cuando lo necesiten.



                                                                                                                               Eliel Vullo -  2º "C"

LA GALLINA DE LOS HUEVOS DE ORO



   Un hombre tenía una gallina que todos los días ponía un huevo de oro. Como era ambicioso empezó a pensar en que el animal debía tener en su interior una gran barra de oro. Entonces decidió matarla para sacar la barra y se encontró con que la gallina era exactamente igual a todas las de su especie.
Por alcanzar de una vez toda la riqueza perdió inclusive lo poco que tenía.

  Debemos contentarnos con los bienes que poseemos y no codiciar insaciablemente riquezas imposibles.


Moraleja: Cuando el hombre tiene una ambición descontrolada comete errores en su vida que no puede remediar.


                                                                                                                  Agustina Viera - 2º "C"

EL LEÓN Y EL RATÓN



  Unos ratoncitos, jugando tranquilos en un bosque, despertaron a un león que dormía plácidamente al pie de un árbol. La fiera, levantándose de pronto, atrapó entre sus garras al más atrevido de la pandilla.
  El ratoncillo, con mucho miedo, prometió al león que si lo perdonaba la vida la emplearía en servirlo; y aunque esta promesa lo hizo reír, el león terminó por soltarlo. Tiempo, después, la fiera cayó en las redes que un cazador le había tendido y como, a pesar de su fuerza, no podía librarse, atronó la selva con sus furiosos rugidos. El ratoncillo, al oírlo, acudió presuroso y rompió las redes con sus afilados dientes. De esta manera el pequeño ex prisionero cumplió su promesa, y salvó la vida del rey de los animales. El león meditó seriamente en el favor que acababa de recibir y prometió ser en adelante más generoso.


Moraleja: En cualquier ayuda no importa el tamaño. Nunca se sabe cuando podés necesitar de otro.



                                                                                                                     Joaquín Bonanno - 2º "C"

Moraleja: Nunca desprecies las promesas de los pequeños honestos. Cuando llegue el momento las cumplirán.


                                                                                                                         Rocío Weksler - 2º "C"


Moraleja: En los cambios de suerte, los poderosos necesitan la ayuda de los débiles.



                                                                                                                           Gino Muraca - 2º "C"

EL CONEJO QUE APRENDIÓ A RESPETAR



  Martín era un conejo al que le encantaban las carreras de auto, se había pasado la vida entera entrenando para ser el más rápido y ganar fama y el aprecio de todo su pueblo, soñaba con salir en la televisión como uno de los grandes campeones de carreras, en primera posición recogiendo su trofeo.
  Todos esos deseos estaban realmente bien, sin embargo en todos estos años Martín había olvidado muchas cosas indispensables como el respeto al resto de personas que había en su entorno. Cuando se subía a su coche, las ganas de ganar y de ser el más rápido hacían que se olvidase de todo lo demás; a menudo destrozaba las tiendas de sus vecinos y una vez por poco atropella a un patito que venía del colegio. La gente del pueblo estaba muy enfadada con él, además de que estaban atemorizados por poder ser víctimas de Martín en su auto.
  Ante esta situación los habitantes del pueblo decidieron hacer algo para poner remedio y hacer recapacitar a Martín sobre el daño que estaba causando; así que a uno de los vecinos se le ocurrió crear una carrera donde él pudiese participar, pero con una norma: cada vez que un participante rompieses algo debía volver atrás y empezar de cero. La mayoría de gente no tenía auto de hecho sólo Martín y la tortuga Clara tenía uno, así que fueron los únicos que pudieron participar.
  A la mañana siguiente tuvo lugar la carrera y cuando se dio el pistoletazo de salida Martín y Clara salieron de la línea de inicio. Martín iba ganando, era el más rápido de los dos pero por desgracia chocó contra una floristería y tuvo que volver a empezar. Clara era un poco lenta pero iba con mucho cuidado, y mientras Martín debía empezar una y otra vez, Clara iba progresando lentamente. Finalmente la tortuga Clara ganó la carrera, ya que Martín, cegado por las ansias de ganar no respetaba las normas. Martín se sintió fatal al ver que después de su esfuerzo había perdido la carrera por fijarse solo y únicamente en ganar sin tener en cuenta a los demás y para colmo todo su auto quedó rayado.


Moraleja: Siempre debemos respetar a los demás. Y por más apurados que estemos, debemos cumplir con las normas.



Matías Gutiérrez -  2º "C"

LA LIEBRE Y LA TORTUGA



  En el mundo de los animales vivía una liebre muy orgullosa, porque ante todos decía que era la más veloz. Por eso, constantemente se reía de la lenta tortuga.
  - ¡Mirad la tortuga! ¡Eh, tortuga, no corras tanto que te vas a cansar de ir tan de prisa! - decía la liebre riéndose de la tortuga.
  Un día decidieron hacer una carrera entre ambas. Todos los animales se reunieron para verlo. Se señaló cuál iba a ser el camino y la llegada. Una vez estuvo listo, comenzó la carrera entre grandes aplausos.
  La liebre corría veloz como el viento mientras la tortuga iba despacio, pero, eso sí, sin parar. Enseguida, la liebre se adelantó muchísimo.
  Se detuvo al lado del camino y se sentó a descansar.
  Cuando la tortuga pasó por su lado, la liebre aprovechó para burlarse de ella una vez más. Le dejó ventaja y nuevamente emprendió su veloz marcha.
  Varias veces repitió lo mismo, pero, a pesar de sus risas, la tortuga siguió caminando sin detenerse.
  Confiada en su velocidad, la liebre se tumbó a dormir bajo un árbol. Pero, pasito a pasito, la tortuga avanzó hasta llegar a la meta.
  Cuando la liebre se despertó, corrió con todas sus fuerzas pero llegó tarde. La tortuga había ganado la carrera.
  Aquel día fue muy triste para la liebre y aprendió una lección que no olvidaría jamás: No hay que burlarse nunca de los demás.



Moraleja: No hay que burlarse nunca de los demás.



                                                                                                                  Nicolás Lorenzatti - 2º "C"


Moraleja: Nos enseña que no hay que burlarse de los demás.



                                                                                                Santino Deguardia Gamboa -  2º "C"



Moraleja: Enseña que no hay que burlarse jamás de los demás y que el exceso de confianza puede ser un obstáculo para alcanzar nuestros objetivos.



                                                                                                                    Sara Sarchione -  2º "C"


Moraleja: Lo importante es no ser veloz. Hay que ser más perseverante. Si no eres perseverante te pasará como a la liebre.



                                                                                                                        Emilia Gotleib -  2º "C"




  
 Sabrina Rabbia - 2º "C"

EL CHIMPANCÉ AVARO


  En la selva había un mono que se hizo famoso por ser tan avaro y gruñón. Había pasado su vida entera trabajando de sol a sol ahorrando todo el dinero recibido y ahora que se había jubilado no quería gastar ni una moneda.
  Andaba por la selva siempre con la misma ropa y sin comprar nada ni siquiera para darse un gusto, no saludaba a los otros animales por miedo a que le pidieran plata prestada. Lo único que le gustaba era cuidar su tesoro.
  El tesoro estaba bien escondido enterrado al pie de un árbol. Todos los días, el mono visitaba el lugar para asegurarse de que todo estaba allí.
  Un día ocurrió algo inesperado ¡Alguien se robó el dinero!! El mono estaba desesperado y lloró tan fuerte que todos los animales del bosque acudieron a ver que le pasaba, a todos les dio mucha pena y la serpiente le dijo: -¡No se preocupe más por favor! El mono se enfureció y le dijo: - ¡Para usted es muy fácil decirlo! ¿Qué haré ahora, qué será de mí?
  La serpiente le respondió: - Si a usted le bastaba con saber que su dinero estaba allí, bajo tierra solo para tenerlo y no usarlo jamás. ¿Por qué no entierra una piedra y la cuida todos los días? ¿Acaso no es lo mismo que hacía con su dinero?

Moraleja: valora tus bienes y no derroches. Sé generoso contigo y con los demás. De nada sirve tener muchas cosas si no podemos disfrutarlas.



Lucio Petroni 2º “C”


LOS HIJOS DEL LABRADOR



  Los dos hijos de un labrador vivían siempre discutiendo. Se peleaban por cualquier motivo, como quién iba a manejar el arado, quién sembraría, y así como todo. Cada vez que había una riña, ellos dejaban de hablarse. La concordia parecía algo imposible entre los dos. Eran testarudos, orgullosos y para su padre le suponía una dificultad mejorar estos sentimientos. Fue entonces que decidió darles una lección.
  Para poner un fin a esta situación, el labrador les llamó y les pidió que se fueran al bosque y les trajeran un manojo de leña. Los chicos obedecieron a su padre y una vez en el bosque empezaron a competir para ver quién recogía más leños. Y otra pelea se armó. Cuando cumplieron la tarea, se fueron hacia su padre que les dijo:
- Ahora, junten todos las varas, las amarren muy fuerte con una cuerda y veamos quién es el más fuerte de los dos. Tendrán que romper todas las varas al mismo tiempo.
  Y así lo intentaron los dos chicos. Pero a pesar de todos sus esfuerzos, no lo consiguieron. Entonces deshizo el haz y les dio las varas una a una; los hijos las rompieron fácilmente.
- ¡Se dan cuenta! les dijo el padre. Si vosotros permanecen unidos como el haz de varas, serán invencibles ante la adversidad; pero si están divididos serán vencidos uno a uno con facilidad. Cuando estamos unidos, somos más fuertes y resistentes, y nadie podrá hacernos daño.
  Y los tres se abrazaron.

Moraleja: Cuando nos unimos somos invencibles, nadie puede hacernos daño.



                                                                                                               Martina Attorresi -  2º “C”

LOS HIJOS Y LOS PADRES



  Un pastor intentaba que una cabra le siguiera, tirando de una cuerda con la que la tenía atada.
  Pero el hijo de la cabra estaba correteando por allí y la madre no quería alejarse del cabritillo, por lo que no había forma de moverla.
  Un sabio que estaba viendo la escena se acercó al pastor y le dijo:
-          En vez de tirar de la cabra, suéltala; carga al cabritillo sobre tus hombros, y no te preocupes de nada más.
  El pastor hizo caso al sabio. Cargó al cabritillo sobre sus hombros y echó a andar, sin preocuparse de la cabra.
  Entonces la cabra, para no separarse de su hijito, siguió rápidamente al pastor.


Moraleja: Esta fábula nos enseña que es mejor resolver los problemas con el ingenio que con la fuerza.



                                                                                                        Facundo Carugno Enrico – 2º “A”

EL GATO Y EL RATÓN



  Cuatro animales salvajes y de espíritu malvado vivían en el tronco de un pino, en el bosque. El gato, con sus garras afiladas; la lechuza de mirada penetrante; el ratón roedor con sus grandes dientes y la comadreja. Vivían allí, haciendo desmanes en las plantaciones y chacras vecinas. Hasta que una noche, cansado de estas maldades, colocó una red alrededor del árbol para terminar con los depredadores.
  Temprano en la madrugada, el gato fue el primero en despertar y con ganas de de desayunar, fue en busca de su presa. ¡Qué rico conejo cazará! Tenía tanta hambre que también podría haberse comido hasta un avestruz.
  Estaba todavía bastante oscuro y, metido en sus pensamientos, no advirtió la red y cayó en ella. Gritó desesperado pidiendo auxilio. El primero en llegar fue el ratón, que al verlo en desgracia, atrapado sin poder perseguirlo, saltó de alegría y se burló, de nuestro gato, como nunca lo había hecho.
  El gato, indefenso, lo imploró que lo ayudara.
-          Por favor, querido ratón – le dijo-, de todos los vecinos del tronco, tú eres el que mejor me cae. Te suplico que me ayudes y desates  estos nudos de la red para liberarme y salvar mi vida.
-          ¿Y yo qué obtengo a cambio?- dijo el ratón entrecerrando los ojos.
-          - Bueno, te prometo mi amistad y mi protección. No creas que soy desagradecido. La lechuza y la comadreja tendrán que vérselas conmigo antes de tocar un solo pelo de tu cola.
-          -¡Qué más quisiera yo que fura cierto! Pero no puedo creerte, vecino, sería muy tonto si lo hiciera.
  Y así, se fue a su refugio. Cuando estaba por entrar a su agujero, se topó con la comadreja que, amenazante, le impidió el paso. El ratoncito trepó rápido al tronco para escapar del peligro y se encontró con la lechuza, que abrió su pico ganchudo y sus alas en señal de guerra. ¡El peligro lo acechaba por todas partes!
  ¡Qué remedio! Bajó hasta donde estaba atrapado el gato y con sus dientecitos afilados cortó la cuerda. En ese momento, llegó el hombre para ver si había dado resultado su trampa. Los dos animales escaparon rápido.
  Tiempo después de no acercarse al viejo pino por temor a ser atrapados, el gato y el ratón se vieron.
  -¡Eh, amigo! – le gritó desde lejos-. Acércate a darme un abrazo. Pero el ratón, desconfiado, miró para otro lado.
  - Me ofende tu desconfianza –le dijo el gato - .¿Crees que he olvidado que te debo la vida?
  -¿Y tú crees que yo he olvidado tu naturaleza?- le respondió el ratón-. ¿Hay alguna ley que obligue a los gatos a ser agradecidos y no tentarse con un bocado?


Moraleja: no es conveniente confiar en una alianza impuesta por la necesidad.


                                                                                                                  Andrés  Corvalán - 2º "A"


¿QUÉ REFLEJAS?



  En un pequeño y lejano pueblo, había una casa abandonada. Cierto día, un perrito buscando refugiarse del frío y de la nieve, logró meterse por un agujero de una de las puertas  de la casa y subió lentamente las escaleras.
  Allí se encontró con una puerta semiabierta, lentamente entró en el cuarto y para su sorpresa, se dio cuenta que había mil perros más, observándolo fijamente.
  El perrito viendo que no estaba solo, comenzó a saltar y a dar vueltas, mientras observaba que los otros perritos hacían lo mismo. Ese sería un lugar ideal para protegerse del frío y además en compañía.
  Tiempo después, otro perro entró al mismo sitio y se encontró en el mismo cuarto.
  Pero a diferencia del primero, al ver a tantos perros en el cuarto, se sintió amenazado por la manera agresiva en que los mil perros lo miraban.
   Entonces empezó a gruñir y observó cómo los otros perros también le gruñían a él. Comenzó a ladrarle ferozmente y los otros hicieron lo mismo.
  Cuando salió del cuarto pensó: Qué lugar tan horrible es éste… nunca más volveré a entrar a allí.
  El nunca lo supo, pero frente a esa casa había un letrero que decía:
“BIENVENIDOS A LA CASA DE LOS MIL ESPEJOS”
  En realidad todos los rostros del mundo son espejos. Cada uno decide que rostro quiere tener y este será el que refleje a través de sus gestos y actitudes.



Moraleja: Si se trata bien a los demás personas, ellos me van a tratar de la misma manera.


                                                                                                                       Celeste Benech - 2º "A"