Una
liebre era perseguida por un águila y, viéndose perdida. Le pidió ayuda al
escarabajo, para que la salvara. El escarabajo le rogó al águila que no le
hiciera daño. Pero ésta, al ver tan insignificante insecto, no le hizo caso y
devoró a la liebre.
El
escarabajo juró vengarse, y desde ese día observó los lugares en donde el
águila ponía sus huevos, y se los tiraba a la tierra. El águila, desesperada,
recurrió al Dios Zeus pidiéndole un lugar seguro donde depositar sus huevos.
Zeus le ofreció su regazo, para que sus pequeñuelos pudieran crecer.
Viendo
esto, el escarabajo hizo una bolita de barro y se la tiró a Zeus. Éste,
distraído, se levantó para sacudirse la suciedad y tiró los huevos sin darse
cuenta.
Desde
ese día, las águilas no ponen huevos en la época en que los escarabajos salen a
volar.
Moraleja: Los seres, por más insignificantes que parezcan, no necesariamente son débiles y quizás, algún día, necesitemos de su ayuda.
Lucía Parodi - 2º "C"
No hay comentarios:
Publicar un comentario