viernes, 28 de septiembre de 2012

EL CONEJO QUE APRENDIÓ A RESPETAR



  Martín era un conejo al que le encantaban las carreras de auto, se había pasado la vida entera entrenando para ser el más rápido y ganar fama y el aprecio de todo su pueblo, soñaba con salir en la televisión como uno de los grandes campeones de carreras, en primera posición recogiendo su trofeo.
  Todos esos deseos estaban realmente bien, sin embargo en todos estos años Martín había olvidado muchas cosas indispensables como el respeto al resto de personas que había en su entorno. Cuando se subía a su coche, las ganas de ganar y de ser el más rápido hacían que se olvidase de todo lo demás; a menudo destrozaba las tiendas de sus vecinos y una vez por poco atropella a un patito que venía del colegio. La gente del pueblo estaba muy enfadada con él, además de que estaban atemorizados por poder ser víctimas de Martín en su auto.
  Ante esta situación los habitantes del pueblo decidieron hacer algo para poner remedio y hacer recapacitar a Martín sobre el daño que estaba causando; así que a uno de los vecinos se le ocurrió crear una carrera donde él pudiese participar, pero con una norma: cada vez que un participante rompieses algo debía volver atrás y empezar de cero. La mayoría de gente no tenía auto de hecho sólo Martín y la tortuga Clara tenía uno, así que fueron los únicos que pudieron participar.
  A la mañana siguiente tuvo lugar la carrera y cuando se dio el pistoletazo de salida Martín y Clara salieron de la línea de inicio. Martín iba ganando, era el más rápido de los dos pero por desgracia chocó contra una floristería y tuvo que volver a empezar. Clara era un poco lenta pero iba con mucho cuidado, y mientras Martín debía empezar una y otra vez, Clara iba progresando lentamente. Finalmente la tortuga Clara ganó la carrera, ya que Martín, cegado por las ansias de ganar no respetaba las normas. Martín se sintió fatal al ver que después de su esfuerzo había perdido la carrera por fijarse solo y únicamente en ganar sin tener en cuenta a los demás y para colmo todo su auto quedó rayado.


Moraleja: Siempre debemos respetar a los demás. Y por más apurados que estemos, debemos cumplir con las normas.



Matías Gutiérrez -  2º "C"

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