Por
motivos que ya nadie recuerda, en cierta ocasión, los ratones les declararon la
guerra a las comadrejas. Inferiores en tamaño y en fuerza, los ratones
resultaron vencidos una y otra vez. Convocaron entonces a una asamblea general.
Un
viejo ratón propuso con humildad y sensatez:
-
Amigos,
las comadrejas son más fuertes que nosotros, y tantas derrotas nos muestran que
lo mejor será terminar, de una vez y para siempre, con esta guerra.
-
¡De
ninguna manera! – se opuso un ratón joven y presuntuoso-. Es cierto que hasta
ahora hemos perdido, pero el problema es muy sencillo de resolver. ¿Por qué nos
ganan las comadrejas? Porque tiene un ejército bien organizado. En cambio,
nosotros atacamos sin ninguna táctica.
Un murmullo de aprobación se escuchó
en la asamblea. El joven continuó:
-
Es
necesario que nos organicemos y nombremos a un general que conduzca a nuestro
valeroso ejército hacia la victoria.
-
¡Bravo!
¡Así se habla! – gritaban todos.
Por amplia mayoría, su propuesta fue
aprobada y le otorgaron el mando de las tropas. A partir de ese momento, lo
llamaron “Gran General”, cosa que él aceptó gustoso.
En los días sucesivos, el Gran
General dividió su ejército en escuadrones, repartió tareas y los puso a
entrenarse.
Estaba tan orgulloso de su poderío,
que consideró que debía buscar el modo de distinguirse de sus subordinados.
Mandó entonces que le hicieran una larga capa. El General se paseó con altivez
entre los ratones arrastrándola de aquí para allá.
-
Es
indispensable que me vean en el campo de batalla para poder acatar mis órdenes
– se justificaba, pero, en realidad, era un presumido.
Cuando llegó el de la batalla, el
Gran General se colocó con paso majestuoso a la cabeza de su ejército, luciendo
su estrafalaria vestimenta.
-¡Al ataque…! –gritó mientras
señalaba con su brazo al enemigo.
Pero no pudo decir más, porque las
comadrejas se abalanzaron de inmediato sobre ellos. Los ratones huyeron
despavoridos y se ocultaron en sus cuevas. Pero el Gran General se enredó en su
capa y, de inmediato, las comadrejas lo atraparon. Así perdió la vida en manos
de sus enemigas.
Moraleja: Nadie debe creerse mejor que otro.
Candela Baccaro - 2º "A"
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