Hace
mucho, muchísimo tiempo en el hermoso país de Habíaunavez, todos los habitantes
llevaban traje blanco. Eran lindos trajes abrigados, de lana, que conseguían de
los miles y miles de ovejas que poblaban los campos del país de Habíaunavez.
Nadie
dejaba de ponerse nunca el hermoso traje de lana blanca.
El viejo Bartolo era pastor y cuidaba a sus
ovejas en las praderas. Cada día era para él igual al día anterior, tan
tranquilo vivía.
Hasta
que un día, el viejo Bartolo se quedó sin poder creer lo que veían sus ojos. Se
rascó la cabeza asombrado, se tiró de la barba mientras pensaba y luego guiñó
los ojos y se los frotó para estar seguro de que era cierto lo que veía.
Había
nacido otra ovejita y aquella ovejita…¡era totalmente negra!
“¡No lo
creo!”, decía el viejo Bartolo, y se acercó moviendo la cabeza de un lado a
otro.
Las
otras ovejas tampoco podían creerlo. Decidieron ignorarla y la dejaron
completamente sola.
Hasta
el dueño del castillo vio a la ovejita y la encontró adorable. De inmediato se
la llevó a la casa. Y cuando la ovejita negra creció, dio gran cantidad de
vellones de lana negra. La señora del castillo tomó el vellón, lo hiló en su
rueca y tejió una tela en su telar.
Cuando
el rey de Habíaunavez vio la tela negra, le pidió al sastre real que le hiciera
un espléndido traje negro para usarlo en ocasiones muy especiales, sobre todo
en las fiestas.
En
cuanto a la ovejita negra, ahora es una oveja muy importante y vive muy feliz
en la corte de Su Majestad el Rey.
Moraleja: No hay que burlarse de las diferencias con los demás. Al contrario hay que aprender a valorarlas y acertarlas.
Pilar Cámpora - 2º "C"
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