Piri nadaba en las frescas aguas. Era un precioso pez
y su cuerpo parecía vestido con una túnica de oro puro, rayada en violeta y
negro. Sus aletas eran transparentes como el cristal y muy graciosas.
Pero
nuestro Piri se sentía desdichado. A menudo, cuando miraba fuera de la pecera
con sus grandes y pensativos ojos de pez, veía cosas que lo dejaban siempre
deseando algo más.
Una
vez era un pájaro que volaba, “¡Oh, cómo me gustaría volar así!”, pensaba Piri.
Después veía un par de perros jugando, y eso le hacía querer tener patas y
mover la cola. Y los chicos que iban a la escuela le hacían tener deseos de ir
también a aprender, “¡Qué divertido sería!”
Durante
todo el día veía cosas que le hacían desear algo más que ser un precioso pez.
Hasta
que llegó un día de verano, con un sol muy intenso: hacía tanto calor que los
pájaros casi se caían desmayados de los árboles. Los perros jadeaban a la
sombra y los chicos en la escuela, amodorrados por el calor, no aprendían nada.
Entonces
él, que nadaba muy fresco en el agua de su pecera, no se sintió desdichado
nunca más.
Moraleja: Debemos valorar
aquello que tenemos.
SOFÍA TURCATTI - 2º "B"
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