martes, 30 de octubre de 2012

EL LABRADOR Y LA PROVIDENCIA


   Era un verano muy caluroso. Por eso el labrador de esta fábula se fue a descansar un rato a la sombra de un árbol. Era la época de la cosecha de los melones, de las calabazas, del trigo… Y por eso estaba el labrador muy cansado.
  Mientras estaba a la sombra empezó a mirar el campo y a pensar que el Creador, que había hecho tantas cosas hermosas en la naturaleza, se había equivocado en algunas muy sencillas.
  Observó que las calabazas y los melones, que eran de gran tamaño, se encontraban esparcidos acá y allá, y pesaban mucho al levantarlos del suelo. Pensó que eso no era justo, se puso a mirar hacia arriba y vio como las pequeñas bellotas colgaban en el árbol, y se dijo:
-    ¿No sería mejor que las calabazas y los melones creciesen en un lugar más alto y las bellotas, que sólo sirven para que coman los animales, salieran desperdigadas por el suelo?
  Acertó a pasar en aquel momento por el campo un anciano pastor.
-    Parece que estás cansado, amigo mío, sentado ahí a la sombra- le dijo, saludándolo, mientras se apoyaba en su bastón.
-    Recolectar calabazas en esta época del año es algo agotador. Si estuvieran en los árboles, todo sería más fácil  - protestó el sudoroso labrador.
-    No te quejes que todo se ha hecho por alguna razón, hijo mío. El Creador no ha hecho las cosas porque sí – dijo el anciano pastor mientras se alejaba hacia la aldea.
  Estaba pensando nuestro labrador en todo eso cuando le cayó una bellota en la frente y le causó un pequeño chichón.
-   ¡Qué tonto he sido! ¿Qué hubiera sido de mí sí me hubiera caído una calabaza en la cabeza? – dijo mientras se reía a grandes carcajadas.
  Así se levantó y, contento, siguió cosechando los frutos, porque había aprendido que la naturaleza había hecho las cosas mucho mejor de lo que creemos.


Moraleja: La naturaleza nos da una lección: “lo perfecta que es la creación”.


Ámbar Lovazzano 2º “B”




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